domingo, novembro 26, 2006

cielo de oriente


El sol nace cuando los humanos se levantanen
el instante que los obreros enderezan la mirada
y ven de tú a tú al universo.
El cielo de Oriente es luminoso, alcalino
el cielo es tierra y sobre la tierra
tierra
Sobre la piedra, piedra
y bajo la piedra tepetate.
.
En el Oriente, la noche el sexo es una granada
humedad tibia de hogar desvencijado
y sólo aquellos hombres y mujeres,
saben que vencen a las formas curvas
del silencio.Nunca hay silencio
en el agreste oriente.
.
Ahora, a la noche, el fuelle del amor
estremece los tejados, las láminas de asbesto
las punzantes luces de alfiler.
Como la luz destaza un cuerpo
argamasa en que se han convertido los amantes
así, la soledad se encaja en el Oriente,
dando a la luz rechino, como los propios
vientos obstinados a pegar
sobre los techos.
.
Un río feroz es el amor
que ataca la obesa historia de los antros.
Las mujeres de Oriente,
huelen a sal laboral
a sudor de cansado anhelo,
desmadejan su sexo
con dejo lento
que va al patíbulo.
.
Es el fin de las casas enjambre
aquí la soledad se encaja
donde la insolencia sopla
a recordarles que ahí, la espera,
es un inmenso agujero.
.
Los trabajadores comen su destierro,
fábrica a lomo llevan por herencia
el desorientado paso
es llano que se quema.
Tísicos espectros los perros deambulantes
que por las mañanas con sus ojos
exigen el hielo del hombre y su morada.
Hombres de sudor perpetuo
suben violáceos a sus trocas,
encrespan sus manos en el mazo,
aún amoratados abren los talleres
empujando el aliento del alba.
.
Oriente del moreno sol abre los ojos,
a lontananza los tinacos bostezan.
Hay cables por todas las calles
basural la esquina del incendio.
Los tamales despiertan friéndose
y el atole los espera bullendo para hidratarlos.
Perros, perros llegan hurgando
su soledad llena de piojos y chancros.
La patria es el oriente oscurecido,
casucha envejecida que se niega a caer.
Otoño de cascajo
y los árboles, los huisaches
son manchones alzados en el salinal,
en la palma de un niño, que con mocos y
encuerado, juega en un charco.
.
El más leproso de los rastros
la más desastrosa de las tolvaneras
que pueblan los remolinos
que bailan en todo el valle.
Todos aquí cantan bajo
como susurrando su pensar
su amor de valedera cumbia.
Flanqueados por la guadaña
de un borrador bárbaro
de macho encabritado
de ebrioque blasfemar
eclamando a dios
la sombra patriarcal
zigzagueante que le ha marcado.
Oriente: los ángeles bajan a trompicones,
a romperse la crisma con el empedrado,
donde la pantomima es la pantomima de todos los platos
y vasos de la comida diaria.
De donde sale el mayor rosario
de rameras tristes, de policías díscolos
y locos, de cinturones en ristre y notas
amarillentas que lloran lánguida sonrisa.
Huerto equidistante de lo humano
a las luces hermanadas que brotan
de todas las puertas, de donde siempre salen
y únicamente, salen.
Orientes que esperan el escape
de la noche, de las sombras más veloces.
Orientes donde el pasado vive
y la puerta y la ventana son conciencia.
.
Difícil el amor con un cielo encapotado
difícil la ternura entre las sombras
Gleba rumbo a la penumbra.
Siempre ellos los espectros.
Parturientos del alba.
El cielo del oriente llora a solas
cubierto por su manos ásperas.
En el Oriente, las puertas
y las ventanas siempre están abiertas
para que sus hombres y mujeres
salgan y enciendan la luz
del alba.
.
Juan Pablo de Ávila

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